4 de febrero de 2012

Singla-dura



Un día de marzo me parieron barco

sobre la arena ajada de un desierto.

Nací ligero y limpio, sin la carga

del recuerdo y la pérdida, el rencor,

la hirsuta tentación de la renuncia.

¡Yo era un barquito de papel y sueños!;

mis velas incipientes, la esperanza

de que un levante firme me arrastrase

volando hasta las aguas de un oasis

en calma, pero vasto como océano.

Al poco fui creciendo, echando remos,

alzando hacia los cielos el velamen;

¡pero era ya muy grave para el viento!

La arena fue anegando mi sentina,

la sal sin mar metiéndose en mis sueños, y una legión monstruosa de sirenas atoándome en mi inercia con sus cánticos silentes hacia el yermo del Leteo.

Yo era un barquito de papel y sueños,

que, atónito, mudó en barco fantasma,

sin nunca haber bogado en el océano.

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