A todo el mundo nos descolocan las mismas realidades. Y si hiciéramos una encuesta saldrían ganadoras siempre la mentira, la hipocresía, la falta de humanidad. Pero si quitamos la hojarasca y nos vamos de lo general a lo particular nos llevaríamos una sorpresa de las cosas tan simples que nos sacan de nuestras casillas. Yo tengo un ejemplo, y además es algo que me pasa continuamente. Recibes una llamada, la cortas, esperas unos segundos y la devuelves porque tienes tarifa plana. No han pasado ni quince segundos y al otro lado no contesta nadie, bueno, nadie, al final el buzón de voz. Y cortas. Y lo vuelves a intentar. Y no hay suerte. Y así media docena de veces seguidas hasta que te rindes y entonces el usuario vuelve al ataque ¿por qué no me devuelves la llamada? Y si hubiera pasado una, dos veces, pues pensaría que fue casualidad, pero como me pasa todas las semanas un par de veces me inclino a pensar que o es una venganza de teléfono, una especie de huelga encubierta por bajo consumo o mejor, mi operador telefónico, que conoce mi poca afición celular y emulando el no quieres sopa pues toma dos tazas me mete la antena por donde amargan los pepinos. Lo reconozco y me supera, y me cuesta sobreponerme a las ganas de participar en el campeonato mundial de lanzamiento de celular.
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