JURASSIC PARK
Aquellos años de la transición
que, vaya uno a saber por qué demonios,
se apellidó en España democrática,
quizá no hayan tenido parangón
alguno en los anales de la ciencia.
La ajada piel de toro, en esas décadas,
fue un gran laboratorio tutelado
por diestros ingenieros que de un gen
de una bestia dichosamente extinta
un 20 de noviembre, dieron vida
a una antediluviana e insaciable
jauría de clones que hoy dominan todo
el ámbito económico y político.
Y así la madre patria se ha mudado
en un aterrador parque temático
donde el mayor tirano –paradojas
de la socio genética-, aunque parte
de los depredadores y heredero
directo de aquel saurio, no es el rex.
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