Hay muchas formas de timar a alguien: prometerle que le vas a dar algo que luego no le das, hacerle invertir en algo ficticio y llevarte su dinero, cobrarle a sabiendas un precio elevado por un objeto o servicio, o cobrarle una segunda vez por algo que ya ha pagado. El ayuntamiento de Madrid, siempre dispuesto a dar un pasito más, a diferenciarse del resto, ha logrado condensarlas todas en un sólo impuesto: el de basura. Porque ya lo pagábamos (en el IBI), porque lo ha subido tanto que ni Felix Baumgartner se atrevería a mirar para abajo y ahora, además, nos niega el servicio la mitad de la semana. Va a ser más difícil encontrar un contenedor amarillo en el foro que un político honrado en la Carrera de San Jerónimo. Ahora no sólo tenemos que diferenciar entre hueso de chuleta (no es ni una metáfora ¡¡¡es una hipérbole!!!) y tapa de yogur; ahora hay que crear en la casa un pequeño almacén para acumular basura y bajarla un día sí y otro no. Tenemos el primer reciclaje intermitente de la historia. Lo cual demuestra que al Ayuntamiento le importa una mierda el medio ambiente (valga la redundancia por medio y por mierda), porque tontos no son, y nos conocen. Saben que el madrileño que baja la basura con sus dos bolsitas, llega al espacio reservado para los cubos y se encuentra sólo el naranja, no va a volver a casa con las orejas gachas, maldiciendo al consistorio por sus requiebros, sino que, ni corto ni perezoso, va a dejar ambas bolsas en el mismo cubo. A tomar vientos la ecología. No tardarán, eso sí, en descargar en el ciudadano la culpa, gastándose en publicidad el dinero ahorrado en la intermitencia y aquí paz y después gloria. Que para eso somos el ayuntamiento más endeudado del mundo. Si los domingos las farolas y las señales que hacen esquina eran un involuntario vertedero para cerdos perezosos, ahora las ratas y las cucarachas en Madrid van a vivir su verdadera belle epoque. Caminar por Madrid, entre bolsas de basura y excrementos caninos, va a ser toda una gincana escatológica. Que no se diga que el ayuntamiento no hace porque los madrileños estemos entretenidos. Me imagino a un hostelero explicándole a un cliente de toda la vida, que acude cada mañana a comer: verás, Bartolo, a partir de ahora todos los días vienes y me pagas la comida, pero yo sólo te la voy a servir lunes, miércoles y viernes..¿qué te parece? Y termino con lo que llevo años diciendo: los madrileños tenemos lo que nos merecemos. Y punto (amarillo, que es miércoles).
24 de octubre de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario