EL FÚTBOL OTRA VEZ:
Una final. Un Madrid-Barcelona. Me van a perdonar, pero es una fiesta. Es de esas cosas, en el fútbol, que llenan el día. Hoy no es un sábado cualquiera, es el sábado en el que el Barsa y el Madrid se juegan la Copa del Rey. Y de reyes hablamos, que me perdonen los americanos, porque el fútbol es el rey de los deportes, y en ese olimpo, no hay mayor fiesta, salga como salga, que un Madrid-Barcelona. Le pique a quien le pique. Por eso me molesta tanto la ponzoña, que me retrotrae a los tiempos de mi renuncia, cuando Mou metía dedos en los ojos y otros me culpaban de ello. Pues vuelvo con la misma cantinela: yo soy del Madrid por las casualidades que hacen a uno de un equipo (del que no se bajará en la vida). Pero no soy, ni de lejos, practicante del victimismo de Real Madrid Televisión. De hecho, me parece el mayor error en la historia reciente de este club. Que no, que no hay complot, como no lo había para que el Real Madrid ganara, por muchos fallos arbitrales que tanto mediocre decida mostrarme. Que no, que esto es un juego parametrizado por personas con pulsaciones, que deben decidir en un segundo en una dirección u otra. Si el mejor delantero de la historia, fuera quien fuera, hubiera resultado infalible, el futbol hubiera sido aburrido. Jugamos con el fallo. Si con este nivel de profesionalidad, un jugador no emboca el gol a puerta vacía ¿no vamos a dejar abierta la puerta al fallo arbitral? No veo Cuarto Milenio, así que no me gustan los fantasmas. No le demos importancia a lo que no la tiene. Y si hubiera una forma matemática de demostrarlo, estoy seguro de que los errores se reparten a partes iguales. Por muy incomprensibles resulten algunos. Que lo son. Y ahora, a disfrutar del fútbol, que con sus imperfecciones, es casi perfecto.
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