31 de diciembre de 2012

TIRO AL CICLISTA

Soy un poco timorato. Y ahora que un tiempo en el dique seco es sinónimo de obesidad, mucho más. No me tiro por barrancos, ni hago todos esos deportes que terminan en ing. Incluso declino esquiar por el miedo que me dan mis rodillas de viejo futbolista fondón. Por eso la bici me parecía una buena idea. Tú te pones lo límites, tus fuerzas y tu voluntad hacen el resto. Así lo único que te inquieta es no despeñarte o que te arrolle un conductor desconsiderado. Hasta ayer. Ahora también tengo miedo a que me tiroteen. Sí, como lo lees: ayer me pegaron un tiro. Con una escopeta de perdigones, porque como dice mi compi de aventura David, por suerte no estamos en Estados Unidos, sino hoy alguien estaría escribiendo mi epitafio.
Estábamos en las cercanías del barrio de Campamento cuando un coche que se incorporaba a la Carretera de Extremadura, concretamente un C4, me disparó a la bicicleta. No sé si falló o si tuvo especial puntería. Yo no me enteré de mucho, solo escuche a David tras de mí decir algo así como ¡ eh, hijo de puta ! y luego como un petardazo. Pensaba que había reventado una rueda, pero David llegó a mi lado desencajado. Lo he visto, te han pegado un tiro, te han pegado un tiro. Vi que el bidón perdía agua y ahí estaba, el agujero y, dentro, el perdigón. Tuvimos tiempo de ver el ccohe en lo alto del puente, como nos miraba y nos enseñaban el arma descojonados de risa. Dejamos nota del suceso a la policía, con la matrícula que tomó mi amigo, y seguimos pedaleando sin creernos lo que nos acababa de pasar.
No es que a alguna mente deprimida y triste se le ocurra esa idea como diversión, sino que tenga edad para tener un coche y convencer, como mínimo, a otro amigo de que es una buena idea. Por suerte para ellos, y para mí, iba con un amigo adulto también. Porque si el tiro lo hubiera recibido la bicicleta de mi hijo, tengan por seguro los que esto lee que tarde o temprano encontraría al hijo de puta de la escopeta y pondríamos a prueba si sus esfínteres tiene capacidad para recibir el cañón entero, y la empuñadura si me apuran. De momento guardaremos el perdigón, el bidón roto, la incredulidad y el susto como parte de guerra.
 
 

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