EL SÍNDROME DEL SIL:
Tengo un síndrome que denomino del Sil, porque es este afluente quien mejor lo representa. Es una especie de gregarismo con quienes cardan la lana. Ahora me estoy leyendo una novela titulada La enfermera de Brunete, pues, según me ha dicho quien me la ha prestado, refleja bien que en los dos bandos hubo buenos y malos. Con 200 páginas leídas no voy a ser categórico, pero dudo que las ochocientas (¿en qué pensabas Manolito...?) que me quedan me hagan cambiar de opinión. Volviendo al síndrome, que me lo está recordando esta novela, soy de ponerme de parte del débil, del agredido, casi por inercia. Y eso me impide censurarlo de manera inmediata, como si siempre hubiera una justificación, un hartazgo. Tengo que aplicarle la patina de la lógica si es la vida real, pero en la ficción soy más laxo. Una de mis escenas favoritas es cuando el señor Miyaji salva a Daniel de los macarras del insti. Así, por ejemplo, no entendía porque entre los indios había tan pocas personas buenas. Ya a mi tierna edad me había dado cuenta de que el porcentaje de cafres es casi siempre el mismo, y quien en unas circunstancias lo es o lo parece, en otras no lo será aunque siga pareciéndolo. Y la razón de este artículo, que se me han ido un poco de las teclas, debe ser que siendo el día del trabajador, me siento con más ganas de ejercer como escritor, digo, que lo que quería contar era una de las circunstancias más humillantes, para mí, de la historia del cine clásico. Uno de mis héroes siempre fue Tarzán, lo tenía todo, un hombre hecho a sí mismo, solitario, acompañado de los débiles (los animales)...Pues en sus películas rara era la que no tenía una escena recurrente: un grupo de expedicionarios se adentra en la selva. Llevan a los indígenas, negros, claro, como porteadores. Pues siempre, cuando ascendían una colina, el que terminaba cayendo por el barranco era uno de ellos. Es decir, de todos los que van ¿termina cayendo el que mejor conoce el camino? Por no hablar de los cocodrilos, con una racista tendencia a comer carne oscura. En fin, que desde muy pequeño siempre quise bañarme en el Sil y me atrajeron las historias de perdedores...no sé si era premonición o un aviso...