28 de marzo de 2013

PESADILLA "VIBRATO"

Imaginad: una mano a un bolsillo. Un movimiento certero, pum, directo, casi una ejecución perfecta de un DO de percusión. La otra mano imita el gesto, polifonía desesperada. Después ambas, en sincronía, buscan los bolsillos inexistentes a la altura del pecho. Como si estuvieras viviendo una reencarnación del Macarena (aaaaaaaaay) ambas manos te palpan el culo. No hay suerte, allí no hay nada. Después, miras a un lado y a otro. Como un certero buscador de tesoros escaneas el entorno. Mientras tanto has dado una clara orden a tu cerebro: recuerda, coño, recuerda. Las neuronas, en formación, han escuchado la soflama: el líder quiere que busquemos el último lugar donde utilizó el móvil...vamos...¡ vamos ! ¿a qué estáis esperando? El centro de inteligencia manda una avanzadilla de élite a bucear en el pozo de los recuerdos recientes, mientras tanto en la zona de mando un estratega sugiere una solución alternativa: que llame al teléfono desde el fijo o desde otro móvil, pondremos en marcha la alerta auditiva y podremos encontrarlo por el sonido. El Estado Mayor en pleno se pone en pie y aplaude la brillante idea de la joven promesa neuronal. Entonces respiras aliviado, cruzas el pasillo y te acercas a ese objeto atediluviano que es el teléfono fijo, esa enorme carcasa sin pantalla táctil que te retrotrae inevitablemente a los tiempos del inigualable Gila. Mientras tratas de recordar tu propio número, tarea no siempre fácil, caes en la cuenta. Es el desatre total. La hecatombe, el acabose, el ríndanse sin remisión: lo tienes en silencio. Marcas, y marcas, y marcas, y agudizas los oídos con las esperanza de que esté en algún lugar elevado y la vibraciones hagan que termine por el suelo. Te dejas caer. Es el fin, sin guachapap no podrás vivir, no sabrás que tu cuñado está en Valladolid, que tu prima de Lugo se acaba de comer un filete de medio kilo y que el primo del pueblo encontró por fin la ruta para llegar a la Virgen en bicicleta. Son segundos de angustia, minutos de desesperación, hasta que llega tu pareja a casa y cuando estás a punto de contarle el fin del mundo te sonríe: oye, te dejaste el móvil en mi coche. Entonces la abrazas, y dos minutos después mandas un guachap: gracias por encontrarlo ¿Has dicho algo? te preguntará desde la habitación de al lado. No, nada, estoy con el móvil.

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