Nunca defenderé al violencia. Ni moralmente, ni tan siquiera a nivel práctico. Soy de los que piensa que raro es el puñetazo que no vuelve. Pero la verbal, lo reconozco, en según que casos, me cuesta mucho ponerme serio, y hasta hago la vista gorda. Resulta que una política del PP, para más señas alcaldesa de un pueblo de Madrid, va a denunciar a un grupo de manifestantes por proferir contra ella y otros compañeros insultos y amenazas del tipo "ojala un cáncer te mate". Carmen Guijorro está indignada, y algunos políticos acojonados, y no les falta razón. Lo más patético de todo esto es que van a acudir al juzgado a interponer una denuncia. Una vez más nos encontramos con políticos endiosados, intocables, ajenos al sentir popular. La única respuesta que esta mujer debería haber dado era sentarse frente a unos micrófonos e intentar abrir los ojos a una casta política que pasa de todo y que no ve que a un pueblo que se le retuercen las pelotas tanto tiempo, tarde o temprano, sacará los pies del tiesto. Y aunque les estamos demostrando que nuestra paciencia tiene tintes de eternidad, yo no pondría la mano en el fuego. En lugar de eso busca manos negras al más puro estilo 11M, para escurrir el bulto y dar el salto de culpable a víctima sin despeinarse ni rascarse el bolsillo. En España tenemos una santísima trinidad de intocables, a saber: La Monarquía, los políticos y los futbolistas. Yo no digo que tengamos que estar a favor de ir a las puertas de las casas de nadie a intimidar, amenazar o agredir, pero, si ocurre, que la proporcionalidad sea la respuesta. Y no puede ser que insultar a un político pueda llevarte a la cárcel y robar indecentemente como modo de vida, joder a familas enteras con tus decisiones, sea cuestionable nada más que cada cuatro años. Si esto sigue así van a tener lo que se merecen, porque no seré yo quien mueva un dedo por defender la integridad física de quienes nos han llevado a un pozo profundo de miseria y corrupción. No, conmigo que no cuenten. Después, escuchas a la señora Cifuentes vincular a los grupos de protesta que nos rodean con ETA y te dan ganas, o de reírte o de unirte a la protesta y desear más de un cáncer. Ahora, tampoco me gusta la respuesta oficial de las plataformas aludidas, a lo nuestro, dudo que entrar en el juego y denunciar las sandeces expuestas sea otra cosa que entrar en el juego de desviar la atención de lo esencial. Son culpables, que no nos engañen con milongas ni nos dividan en luchas adyacentes. Que paguen.
26 de marzo de 2013
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