Yo lo reconozco, no es justo, quizá no exista explicación y ahora que tengo este pequeño rinconcito, sea hasta demagógico: pero la lucha minera me ha emocionado, de toda la vida. Desde que me tumbaba en la cama de la vieja casa madrileña de mi Tío Miguel, que tenía la pared forrada de pegatinas de sindicatos y lucha obrera. Si escucho "Santa Bárbara bendita..." se me ponen los pelos como escarpias. Nunca he bajado a una mina, lo más parecido a un casco minero que he utilizado es un frontal del Decatlhon puesto sobre el de la bici. No veo carbón más que en las parrilladas con los amigos. Pero hay algo. Ese sector tiene algo que me agarra el alma. Sigo "la Marcha Negra" como otros muchos, buscándole resquicios a mi día a día, por la prensa escrita. He leído sus historias, la de Sara Fuentes, su Ángel de la Guarda. O la de Juan José Líebana, un minero cuarentón que se siente tan cansado como engañado. Ahora están en Aravaca, ya cerca del destino, del final de este su primer paso por salvar la cuenca minera. Haré encaje de bolillos, y tal vez las cuentas no me salgan, pero me gustaría estar ahí, con ellos, caminar durante unos pasitos con estos tipos que, llamadme oportunista, para mí son héroes. No ganan Eurocopas, no hacen adelantamientos imposibles en curvas sinuosas, no hacen mates estratosféricos con anillos en tierras lejanas, pero también son nuestros, también son nuestra selección. Ellos no son la roja, sino la negra. Pero también son nuestros.
10 de julio de 2012
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1 comentario:
Completamente de acuerdo. Es una lucha digna, de trabajadores valientes inexpugnables, que luchan contra la pobreza, contra las entrañas de la tierra, contra el grisú, contra las oscuridades y ahora contra la economía. Una vez más David derribara a Goliat, por ética y dignidad. Ser minero del carbon no es cosa fácil, y detenerlos por decreto tampoco lo será.
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