Concédeme un pedazo,
pequeño como miga
de pan, de la fecunda
cosecha de tu tiempo.
Acércame a los labios,
no un mar, sólo una gota
fugaz como el rocío,
del agua de tus días.
Y hazlo como si yo
no estuviese, sin fe,
rogándolo sediento,
hambriento, mendicante.
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