9 de julio de 2012

LOS DETALLES

Conocí hace años a un jornalero, de esos que son al tiempo un filosofo garrafón y un estudioso a pie de barra, henchido de anécdotas y sabiduría popular. Decía que la verdad estaba en los detalles, que las pequeñas cosas eran las que daban sentido a todo lo grande que uno pudiera imaginar. Y es verdad. Si te fijas siempre hay detalles que hablan de tí más que una biografía. Nos pasa como individuos, y también como sociedad. Te haces mayor, por ejemplo, y ciertas cosas que dejas de hacer son vivas metáforas de tu madurar más que las canas que espolvorean tus patillas. Cuando ya conoces mejor los parques de bolas más chulos de la ciudad y no tienes ni idea de dónde tomar una copa a las cuatro de la mañana...a eso me refiero. A los detalles. Cuando te vas una semana de vacaciones con tus amigos y aunque la cerveza, que es el Santo Grial y la aldea gala de tu adolescencia, hace que todo parezca como fue siempre, si echas un vistazo a la cocina, por ejemplo, te das cuenta de que no. Y para eso sirven los detalles. Un chupete por allí, la nocilla por allá y, sobre todo, el detalle de todos los detalles: la remesa de medicamentos que es infinitamente mayor y ocupa más espacio que la de alcohol. Esta foto real lo ilustra. Una triste botella de ron para ocho adultos y una semana vacacional mediante, frente a las colchicinas, los hibuprofenos, los almax, los gelocatíles y demás insolencias químicas que retan a tu pasado licoreta y bodeguero. Lo peor de todo es que los medicamentos fueron cayendo mientras la botella seguía, triste, esperando su turno...en fin, nos hacemos mayores, y los detalles es lo que tienen: no entienden de respetos, ni de canas. Y un almax, por favor, que se me ha indigestado alguna subjuntiva.

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