6 de julio de 2012

LEER

Hoy ha sido un gran día, la verdad. Nuestro hijo mayor ha roto un record muy importnate para nosotros: se ha levantado más tarde de las diez de la mañana. Y eso me ha retrotraído a un momento de mi niñez. En mi casa se nos educó, como en muchas otras, en el esfuerzo y en la pérdida de tiempo como un cáncer. Así que mi madre nos tenía totálmente prohibido leer en la cama después de desayunar en vacaciones. Para ella eso de estar tirados en la cama, sumergidos en un libro, era un gesto de pereza intolerable. Así que ahora, eso de poder estar en las primeras horas del día, y ya me da igual si en la cama, en un sofá o en una silla, leyendo un buen libro, es un lujo que parece más cercano. Porque con los hijos tan pequeños y tan madrugadores, la cosa se complicaba de nuevo. Ahora vamos por el buen camino, no sólo nuestros hijos están aprendiendo el lujo de poder dormir más en vacaciones, sino que cuando se levantan ya no van como patitos pequeños tras las faldas de sus padres. Lo de volver a leer por las mañanas ya no es un sueño imposible. Las neuronas se me hacen huéspedes...

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