Hay cosas que parecen inmutables, sobre todo en tu infancia, porque no tienes capacidad, ni razones, para plantearte lo contrario. Por ejemplo, tus padres, siempre van a estar ahí, no te imaginas otra cosa. De mayor vas entendiendo que no todo lo que parecía era inmutable. Pero adulto ya sigues aceptando ciertas cosas como eternas. Los Pirineos, te imaginas que siempre estarán ahí si cruzas a Francia. El cielo y las nubes. El sol. En fin. Luego es verdad que hay otras cosas que por rutinarias eran eternas, o mejor dicho, tú considerabas eternas sin ser consciente de ello. Y ¿cúando te das cuenta de que lo habías considerado? pues sencillamente cuando dejan de ser. No se me ocurre mejor ejemplo que el flequillo de Ana Blanco, la eterna presentadora del telediario de la televisión nacional. Año tras año, ella seguía allí, cambiaba el decorado trasero, cambiaban sus compañeros, la mesa, pero ella y su flequillo estaban allí. Eternos. Hasta que un día, sin avisar, sin una comunicación oficial, sin que el BOE se hiciera eco ni a priori ni a posteriori, a la buena de Ana le dio por salir en pantalla sin flequillo. Fue como un pequeño terremoto, creo que más de uno golpeó la televisión como los técnicos de la vieja escuela esperando que el flequillo recto volviera a su lugar. Que todas las cosas del mundo, tus padres, tus brazos, los Pirineos, estuvieran en su sitio. Pero no, el día que Ana Blanco se cambió el flequillo comprendí de forma definitiva que no hay nada eterno. Temo el día que los Pirineos se conviertan en una colina para cabras montesas.
5 de julio de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario