Cuando eres padre revisas al alza continuamente tu infancia. Y lo mismo hicieron tus padres y los padres de tus padres y...Ese paternalismo de vosotros no sabéis divertiros es más viejo que el comer. Y en ese juego de espejos en el que siempre salen magnificados tus recuerdos, tamizas detalles que juegan en su contra y te puedes encontrar ante el planteamiento de que hoy, bullyng mediante, los niños son mucho más crueles. Pero basta con que rasques con un poquito de autocrítica para te des cuenta de que el polvo del tiempo juega en tu equipo. Ayer, viendo a mi hijo jugar una chorongo-pachanga (partidillo en el césped minado de cagadas de perro) recordé como funcionaba el proceso de elección de equipos en nuestra infancia: los dos mejores (vale, sí, era uno de ellos) se erigían como selectores. El resto, igual que si fueran reos frente al pelotón, esperan para ser elegido. Como ganado sonríen esperando tu designio. Yo a éste. Yo a Pepito. Ramón con nosotros. Poco a poco, con la conocida calidad de cada uno de ellos, o cierto amiguismo, se van quedando los menos capacitados y a la postre los menos populares. Era un proceso largo y tortuoso en el que el que se sabía el último esperaba con un estoicismo encomiable a la frase lapidatoria: vale, nos quedamos con Carlos ¡ de portero ! Aquello tenía tal grado de crueldad que hoy me dan ganas de pillar el teléfono y llamar a Carlos a pedirle perdón. O mejor, llamarlos a todos, uno a uno, y convocarlos en el campo del parque y proponer una pachanga. Que Toño empiece eligiendo y yo me pida el primero a Carlos. Se lo debo. Se lo debemos a todos los "Carlos" del mundo.
2 de marzo de 2012
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2 comentarios:
Coño, me suena esta historia.... Por algo me llamaban Carlos-David.
No eres capaz de que hagamos una pachanga como cuando eramos pequeños.jajajajaj
JMP
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