3 de noviembre de 2024

 LO NOTAN: 

Mi perro lleva cuatro a cinco días muy raro. Está apático, pero si yo me muevo viene detrás, si me siento, me mete el hocico, busca mis caricias, me mira a los ojos más que nunca, como si me escrutara, sobre todo cuando estoy viendo la televisión. Llevo un par de semanas desconcentrado. Un contratiempo me había descolocado demasiado, y ese contratiempo, con lo ocurrido en Valencia, me pareció de tal nimiedad que casi me daba vergüenza mi inquietud excesiva inicial. Llevo desde que la dana nos golpeó a todos, a unos muchísimo más que a otros, por su puesto, con unas incontrolables ganas de llorar. Es esa tristeza que lo tiñe todo, casi lo contamina, porque no te permites relajación, te echas unas risas y algo dentro te dice, eh, ¿cómo que te pones a reír?¿es que no te acuerdas? Lloro de pena por lo perdido, y lloro de emoción viendo a las riadas de valencianos con escobas, palas, bolsas con comida, cruzando los puentes desde sus zonas no afectadas, para echar una mano, un pie, un brazo o que haga falta a quien probablemente lo haya perdido casi todo. Desde que soy padre, hace justo ahora veinte años, se me despertó una super empatía con la que no me queda otra que convivir. Y nuestras mascotas fagocitan nuestros estados de ánimo. Mi perro tiene ansiedad porque me ve triste, lloroso, y no sabe cómo evitar mi tristeza, que no entiende pero que le cambia también su semblante. Ojala se lo supiera explicar...aunque quizá, lo mejor, fuera no tener que explicarle, nunca, tristezas como estas.



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