23 de agosto de 2023

 RUBIALES: 

A mí Rubiales me parecía el típico macarrilla de barrio venido a más gracias al deporte, con ciertos aires de señorito rencoroso, pero no me costaba imaginarlo en un andamio, de los que se sacaban el palillo de la boca para gritar eh, niña, ándate por la sombra que al sol los bombones se derriten. Eso, claro, era un prejuicio o, en todo caso, un juicio basado en intuiciones. 

Ahora, ya con más datos, a mí Rubiales me parece el típico macarrilla de barrio venido a más...

Cuando la cagas la cagas. Y si no reculas, la cagas, y la vuelves a cagar. Primero fue el beso. Después insultar a todos los que habían juzgado esa acción. Y luego unas peregrinas disculpas con el axioma del si alguien se ha sentido ofendido, que significa yo no he hecho nada malo, pero como hay gente tan sensible, pues que lo siento. 

Pero ¿hubiera dado un beso a un jugador masculino? Por mucha confianza que tuviera, por muy buena relación que tuviera con él, por mucha alegría que tuviera en el cuerpo, no le veo plantándole un beso a Pedri. Así que se lo dio a Jenni por ser mujer. Y se lo dio por ser Presidente de la Federación de Fútbol, y en ese momento máximo responsable nacional del equipo. Y se lo dio agarrándola del rostro, sin permitirle reprimir la acción, de forma imprevista y sin ningún gesto que pudiera indicar que había deseo por parte de la jugadora. Así que fue un abuso de poder y un acto de violencia machista. Todo lo demás son milongas. Y da igual si Jenni, en su derecho de no sentirse ofendida, o de querer restarle importancia, no se la da. El acto es el acto. Y es violento. Y es machista. Y es ofensivo. Y el que no lo sienta así, que imagine a cualquier compañero de trabajo (hombre o mujer) que en un momento de efusividad le planta un beso por un gran logro. 

No, no podemos normalizar esto. Porque no se trata de un beso en sí, que uno (o una) puede mal interpretar, en según qué circunstancias, un gesto, una mirada, unas palabras, y meter la pata. Basta entonces con explicar el malentendido. Pero no es el caso, ni las circunstancias, porque no era un bar, ni una discoteca, ni las fiestas del pueblo, sino un evento oficial a nivel mundial. Y entiendo que se le quiera restar importancia porque eso es enturbiar la victoria. Pero pasados unos días, cuando la euforia se diluya, habrá que tomar medidas. Y la única lógica es sacar de un puesto de alta responsabilidad y representatividad a quien, y no es la primera vez, no sabe estar a la altura. 

No pido cárcel ni escarnio público, solo sentido común. 

Aquí os dejo otro ejemplo, el presidente de la Federación Española celebrando la victoria del equipo español femenino llevándose las manos a los güevos...lo dicho, niña, vete por la sombra...



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