PROFESORES Y MIEDO:
Nuestro hijo estuvo en el aula, con otro compañero, tirándole bolitas de papel a la capucha de un tercero. La profesora tomó medidas disciplinarias. Nos informó de que no se trataba de un caso de acoso, lo que nos hubiera descolocado tanto que se nos hubiera helado el aliento, sino de una chiquillada entre iguales. La misma profesora nos llamaba para informarnos, más que informarnos, para pedirnos permiso para castigar a nuestro hijo con dos horas extras (quedarse a séptima, el peor castigo del mundo). Evidentemente dimos nuestra conformidad, no podría ser de otro modo, aunque a nuestro hijo le complicara bastante la vida, y le obligara a mal comer. Ese ya era su problema, no el de la profesora. Lo que me invita a escribir esto no es la historia más que sabida de un alumno con quince años haciendo el tonto en clase y una profesora poniéndolo en su sitio, sino la llamada para pedirnos permiso para el castigo. ¿Qué tipo de respuestas ha tenido este y otros profesionales de la enseñanza para tener que pedir permiso para un castigo así?¿Qué clase de padres tenemos a nuestro alrededor? La verdad es que me dio mucha pena, y prefiero quedarme con algo común en el día a día: unos pocos haciendo el mal hacen más ruido que muchos haciendo el bien. Seguro que los padres que no respondemos de manera violenta a las medidas de los profesores somos los menos, pero, claro, hacen tanto daño el resto...
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