MÁS ESPAÑA QUE NUNCA:
La semana pasada España fue más España que nunca cuando se murieron, casi al mismo tiempo, dos Marías: Campos y Jiménez. La una resulta que cambió la historia del periodismo en España y la otra era, poco menos, la más grande, con permiso, entiendo, de Rocío Jurado, en cuya liga ya juegan ambas. Que no pongo en duda que María Teresa inventara una nueva forma de hacer televisión, incluyendo en las tertulias matutinas la política; y tampoco dudo del arte de la Jiménez, ni su avanzado punto de vista sobre el papel de la mujer en la sociedad. De hecho, el "se acabó", nuestro "me too" cañí, viene de una canción suya. No niego el talento o la valía de ambas, entre otras cosas porque no soy quien para hacerlo. Pero tengo la impresión de que en España se quiere más a las personas cuando mueren. Eso sí, durante un tiempo reducido, digamos sepelio y aledaños. Sin acceso ni interés por su vida privada, en la pública, no tengo la sensación de que hubieran recibido en la última década el cariño y el reconocimiento que han recibido esta semana. Que no está mal honrar a los fallecidos, pero se agradecería agradecerle, valga la redundancia, más en vida, más que nada para que puedan disfrutarlo. Los que somos ateos, llamadnos caprichosos, preferimos cualquier cosa en vida.
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