19 de febrero de 2013

FRACASAR

Como hijo he sufrido a un padre con intolerancia al fracaso, así que estoy especialmente implicado en la motivación positiva, en el refuerzo de lo bueno, tanto que me da miedo esconder lo malo en exceso. Y creo que es un mal bastante común en mi entorno. Le estamos dando la vuelta a la tortilla con tanta radicalidad que se nos va a quedar cruda. Tenemos que enseñar a nuestros hijos a conjugar el verbo fracasar, y para eso no hay que esconderle los errores, sino enseñarle que son naturales, parte de la vida, y que cada fallo es el primer peldaño para un nuevo acierto. En el deporte, por ejemplo ¿Tienen nuestros hijos que haberlo hecho siempre bien? Pues no. Si Messi, que es el mejor jugador que ha dado la historia, falla un penalti en la semifinal de la competición más importante del mundo ¿no va a fallar mi hijo un tiro libre con ocho años? Debemos premiar que lo intenten, que se esfuercen, ese es nuestro baremo, pero no hay que ocultarles que se falla e incluso que se toman decisiones inadecuadas. Y no pasa nada. Es parte del juego, de la vida, intentarlo y fallar son hermanos gemelos. No intentarlo es el verdadero fracaso. Y lo más importante y mejor de todo, que pese a que falle, pese a que no acierte en las decisiones, para nosotros siempre, siempre, siempre será el mejor. Hay una frase que he adaptado a nuestra realidad familiar y que he tomado como un axioma. Es una frase que ahora mismo adorna nuestra gran pizarra y quiero compartirla con vosotros:

No queremos que seas el mejor base.
No queremos que seas el mejor alero
No queremos que seas el mejor pivot
Queremos que seas el mejor de tí mismo.

1 comentario:

Avefénix dijo...

Totalmente de acuerdo con lo que dices.
Es la mejor lección que es puede enseñar a un hijo.