El presidente de la patronal ha asegurado otra vez que sobran funcionarios en España, y que casi sería mejor mandar a buena parte de ellos a sus casas con un subsidio para ahorrarnos el papel y el teléfono. Y yo pienso, no, sueño, con que haya una obstrucción de sangre rica en oxígeno en su cuerpo de repente y que necesite una operación urgente, a vida o muerte, y que termine en un hospital público donde un funcionario público deba salvarle la vida con su bisturí, sueño con que ese día, mira tú por donde, nos ahorremos la luz del quirófano. Lástima que no haya un grupo terrorista que se dedicara a secuestrar a hijos de puta como este y dejarlos desnudos, tapados tan sólo con un cartel con sus gracietas, en alguna oficina de empleo, y que allí, mirándoles a los ojos les diga a los funcionarios que están gastando mucho papel y a los parados que están ahí para ver si pillan algo. Lástima, digo. Y este tipo no es cualquiera, es el ejemplo, la imagen, el elegido por los empresarios, su voz, su modus operandi. De sus palabras se adivina su recetario. Y con los precedentes que tenemos yo, si fuera Rosell, no sacaría pecho. Y si no que tiren de hemerotecas las gracias que soltó su predecesor y donde está ahora, acorralado por la justicia. Era de todos conocida la falta de escrúpulos, sensibilidad y sentido colectivo de la cúpula empresarial, pero lo que se están destapando ahora son como grandes monologistas. La Paramount está perdiendo una escuela de cómicos con la patronal.
8 de febrero de 2013
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