Supongo que habéis montado alguna vez un mueble de IKEA. Pues imaginaros tres, de tres modalidades distintas, tres hermanitos del Dios Allen, pero cada uno con sus peculiaridades, porque los IKEANIANOS son una secta muy activa y se modernizan bastante. Imaginaros todo eso pero ¡ con resaca ! No hay tortura comparable. Yo creo que si la hubieran conocido en Guantánamo otro gallo les hubiera cantado a los yankis. O me dices donde está tu primo Bin Laden o te bebes este porrón de vino peleón y me montas un Ramsjo de roble blanco y sin instrucciones. Cuando me tomé la última cerveza el viernes le vi una sonrisa pícara al camarero, me pareció incluso escucharle ¿Mahou o Sofielund con efecto nogal? Al preguntar por el importe me dijo son cuatro Allen y dos tornillos. Me acosté con miedo. Cuando pasé por el salón y vi las cajas apiladas mirándome con ojos de vitorino resabiado, busqué el burladero de las sábanas esperando a que fuera todo una pesadilla, y al levantarme al día siguiente me esperara un desayuno familiar y un gelocatil. Pero no, me levanté y ahí estaban, las cajas y mi familia, que al completo me decía adios, que tengas suerte papi. Ha sido uno de los sábados más largos de mi vida. No es que mi repertorio armamentístico sea muy amplio, pero os aseguro que utilicé hasta la última de mis herramientas, creo que si hubiera tenido un bisturí eléctrico me hubiera venido hasta bien, seguro Pero ¿Sabéis lo peor ? Lo peor no es intentar intrepretar las instrucciones en IKEANIANO, ni atornillar o montar y desmontar, sino que cuando son muebles grandes tienes que montarlos en el suelo, así que para un tipo de más de 185 centímetros estar doce horas en cunclillas es extremádamente doloroso. A las once de la noche, para desgracia de mis vecinos, y tras unos últimos taladros, el mueble del baño coronaba mi gesta. Había sobrevivido a una pesadilla de IKEA con agrabante de resaca y con bastante dignidad y un razonable resultado estético. Incluso con record negativo de piezas sobrantes. Es para estar orgulloso. Eso sí, a la mañana siguiente tenía un dolor en las piernas que caminando no se sabía si era un gigante difrazado de Chiquito de la Calzada o un reo camíno del patíbulo. Hoy todavía camino con cierta dificultad.
4 de febrero de 2013
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