Los que me saben de izquierdas y me miran desde la otra orilla, me da la impresión de que guardan en esa sonrisa a medio hacer, un gesto del tipo "estarás contento ¿verdad?, esto es lo que querías ¿no?" No sé cuanto de verdad hay en esta metáfora, porque hay mucha niebla al otro lado del río, pero por si sirviera para aclarar dudas: no, esto no es lo que quería. No quería que el partido que más de media España ha llevado al gobierno sea ahora la cueva de Ali Babá. Que tengamos un presidente del gobierno que parece más una estatua del Retiro que un gobernante. No me gusta la única solución factible y lógica, la dimisión en bloque de todo el gobierno, por corruptos e incapaces (lo primero lo discutimos cuando queráis, lo segundo es matemática pura), no quiero una nueva campaña electoral con programas electorales preñados de mentiras, con promesas que nacen de la propia evidencia de que jamás serán cumplidas. No quiero unas elecciones porque la alternativa es un partido, el de la oposición, que permanece misteriosamente a la sombra, en segundo plano, como si esto a ellos sí que les gustara y esperaran a sacar la caña para pescar un gobierno en un país de aguas revueltas. No, no me gusta la alternativa porque esa alternativa abrió con sus barros los lodos que ahora nos cubren. No me gusta que la derecha sensata se sienta engañada y que no pueda hacer nada y que como única respuesta, cuando se les achucha un poco, encuentren un desesperado y los vuestros más. Porque no son los nuestros, ni los suyos, sino, y para nuestra desgracia, los de todos. No me gusta la pinta de este país, que tiene todo el andamiaje para construir un conflicto bélico: una clase media desaparecida, una clase baja cada vez más empobrecida, un paro galopante, marginalidad a espuertas, una clase alta cada vez más rica y una caterva de políticos Juan Palomo (yo lo robo tú no me lo juzgas) manifiestamente impunes a su propia corrupción. No, no me gusta nada. Y por primera vez en mi vida, y más desde que soy padre, veo emigrar como un plan de futuro factible. No quiero que mis hijos vivan en un país lleno de mierda como este. Y lo digo con todo el dolor de mi corazón.
1 de febrero de 2013
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