VIOLENCIA CONTRA VIOLENCIA:
Supongo que habéis visto el video: un joven boxeador defiendo a una mujer de su agresor y la escena termina a golpes, con el agredido siendo aporreado (en partes no vitales de su cuerpo) por el profesional del boxeo.
No voy a meterme en el fregado de si la violencia sirve de algo contra la violencia. Este chico es probable estará en los medios durante un tiempo y ese debate lo dirimirán personas más cualificadas que yo. Lo que si me apetece contaros es que a mí me ocurrió algo parecido, salvando las distancias, hace casi treinta años. En la única vez en mi vida en la que he agredido a otra persona de forma intencionada. Yo tampoco me siento orgulloso y en su momento, por la respuesta de la mujer, pensé que no volvería a hacerlo. Ahora, más maduro y empático, creo que sí. El caso es que presencié, en un momento muy tenso en general, con un tipo borracho intentando entrar en el bar de unos amigos y nosotros en la puerta impidiéndolo, como un hombre le daba una bofetada a su pareja. En ese segundo que hubo desde que ella le tiraba del brazo para que fueran, y la mano tirándola al suelo, mi cuerpo tomó las riendas. No lo pensé. Me gustaría decir que sí, que fue un acto de valentía, de rebeldía, de valor, de gallardía. Pero no, fue, sin más, un acto inconsciente. Me lancé sobre él y comencé a darle golpes cuando lo tenía en el suelo. No sé los puñetazos que me dio tiempo a darle, no debieron ser muchos, porque mis amigos y amigas tiraron de mí para separarme de forma casi inmediata. Después, la mujer empezó a gritar que dejara a su marido, porque era su marido. Ahí es cuando la frustración me invadió.
Con esto lo que quiero es ponerme del lado del boxeador, no siempre uno puede controlar los impulsos y si hay algo que al ser humano enciende, es el dolor de los demás. Cada uno tiene su punto débil, su punto de ebullición. No siempre lo conoces hasta que llega. Si tiene consecuencias espero que sean las mínimas posibles, y que en todo caso, le siga mereciendo la pena.
Con esto lo que quiero es ponerme del lado del boxeador, no siempre uno puede controlar los impulsos y si hay algo que al ser humano enciende, es el dolor de los demás. Cada uno tiene su punto débil, su punto de ebullición. No siempre lo conoces hasta que llega. Si tiene consecuencias espero que sean las mínimas posibles, y que en todo caso, le siga mereciendo la pena.
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