27 de agosto de 2012

VOLVER

Desde que soy padre volver a casa de las vacaciones tiene otro sentido. Tengo la sensación del deber cumplido, cuando apago el coche y veo a los peques reencontrarse con sus juguetes, solo me falta apretarme el auricular y susurrar numero1 y numero2 están en el nido, repito, están en el nido. No lo puedo evitar, tengo la sensación del deber cumplido. Por eso el trauma del retorno se dilata. La manida depresión post vacacional se demora. Pero hay un momento muy concreto, fuera de las lavadoras de rigor o la vuelta de las maletas al trastero, en el que ya no se puede esquivar. Ni el calor, ni la piscina todavía abierta, nada puede contra ese momento. Es cuando pongo en modo on el despertador. Ese dichoso clic resuena como un estruendo en mi ánimo. Ese sí que es el verdadero sonido del retorno, el punto de inflexión del relax, la verdadera vuelta al trabajo. Saber que el despertador me pondrá en pie antes de que amanezca es mi verdadera vuelta a la realidad...a la dura realidad...

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