El proceso de nacimiento de una novela es bastante emocionante. Y también arriesgado. Yo lo veo como si caminara por una especie de paraje enorme. Sobre mi cabeza sobrevuelan pájaros de todos los tamaños, colores y esepecies. Esos pájaros son las ideas, que rondan mi testa sin parar. También es verdad que a su lado hay no pocas moscas y moscardones, que aportan más bien poco. Muchas de esas ideas volantes son diminutos gorriones que se posan sobre mi hombro sugiriendo posts que luego alimentan el Trastero, pero otras son enromes águilas reales. Las sientes sobre ti, pero no son parte de tu cabeza del todo. Un día, uno de esos enormes pájaros se posa en una piedra, o sobre la rama de un árbol. Y tú te desconciertas un poco, y empieza algo así como el cortejo de la novela. Vas escudriñando la hermosura y posibilidades del pájaro posado y te acercas a él con mucha precaución. Si lo haces de forma rápida o violenta, teclenado como un cazador inexperto, lo más seguro es que el plumífero termine huyendo, y son pocos los que huyen y vuelven. Así que hay que ser cauteloso, acercamientos paulatinos, que el pájaro sienta que somos amigos, que vamos a trabajar juntos, que formamos parte de una misma realidad. Después, si logras acercarte lo suficiente, puedes acariciarlo y con suerte, salir a volar y volar juntos páginas escritas. Yo ahora estoy en medio de ese cortejo, me estoy acercando con mucho miedo, porque creo que el pájaro que se ha posado esta vez es hermoso y grande, espero no asustarlo con mi ansiedad de volver a escribir...
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