Tenía previsto escribir de otra cosa. Los andamiajes del artículo andaban verticalizándose cuando he buscado una fotografía para el micro. He puesto en google "camarero en la barra" y me he encontrado con la foto de este hombre. Me ha subyugado, obnubilado, por completo. La foto es un poema en sí misma, no es ya ni un micro, o un relato breve, es la ventana directa al abismo de una novela. Las manos abiertas, señal de derrota, de cansancio. Mirando con otros tristes, rostro rendido, a un plato con una cuchara. Es como si en su cabeza se estuviera produciendo un shock. Parece pedirle explicaciones a la taza, que descansa a unos centímetros de su correcta ubicación, ¿por qué no estás ahí?, donde juraría que él la había puesto. Quizá este camarero estuviera profundamente derrotado por la vida y la taza díscola no fuera más que la gota que propiciará el maremoto. O tal vez, la crisis y un jefe insensible de tijera fácil, haya decidido prescindir de sus profesional sapiencia y se pregunta de qué le ha servido dedicarle toda la vida a las putas tazas si ahora le pegan una patada en el culo sin tan siquiera la vaselina de un gracias. No puedo dejar de analizarla, lo reconozco. Intento imaginar lo que ocurre después, y ponerme de su lado, darle rienda suelta a su rabia, facilitarle que con la mano izquierda lanzara un certero golpe sobre el plato, golpeando a la cuchara con tal fuerza y tan mala suerte que su jefe tuviera que ir a urgencias a desincrustársela del globo ocular. Cualquier cosa para sobreponerme a la profunda tristeza que me infunde esta fotografía...
6 de junio de 2012
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