Nos hacen creer que el Estado somos todos, pero como decía aquel, unos más que otros. Así Papá Estado debería velar por que entre los miembros de su familia reine la concordia, la igualdad y la unidad familiar reme en la misma dirección para no estancar el barco. En una familia de verdad, y ya sabéis que me paso por el forro de los mísmisimos lo que Rouco y su piara de trasnochados considere una familia, digo, en una familia de verdad eso ocurre. En los momentos difíciles, en los momentos de crisis, se hace una piña y esa unidad familiar se transforma en una molécula indivisible. Y si es el dinero lo que escasea, tened por seguro que sabrán de donde recortar. Irán de lo más prescindible o lo más necesario. De este modo, cobijo, alimentación, salud y educación serán lo último que un padre y una padre recortarán de presupuesto. Y sé de lo que hablo, todos conocemos familias que hacen auténticas locuras financieras para que su hijo acuda a una terapia. Y no creo en el Estado, no porque la teoría no me la sepa y no la asuma, sino porque cuando las pintan calvas da igual que la brocha la lleven los que pintan de rojo que los que pintan de azul, al final siempre se recorta del mismo sitio, justo de lo que jamás, jamás recortaría un padre. Recortan en sanidad, recortan en servicios públicos, recortan en educación, pero no recortan las prebendas de los grandes asalariados patrios, ni meten mano de forma contundente a quienes más tienen para que devuelvan a la sociedad parte de lo que ésta les ha dado. Es como si un padre le dijera a su hijo lo siento, no tenemos dinero para comprarte libros, que la cosa está muy mal, y ahora déjame, que tengo limpiar mis palos de golf. Sería ridículo si no fuera porque es triste.
27 de enero de 2012
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