Era última hora de la tarde. Salíamos mis hijos y yo de música y junto al coche había un bulto negro. Con desconfianza lo toco con el zapato. Es un bolso. Parece cerrado. Lo cogemos. Le explico a mis pequeños que alguien lo ha perdido. Dentro la documentación, pastillas, el bonotransporte, el monedero con dinero y por suerte, un teléfono. Busco en las últimas llamadas un nombre que me permita acceder a su dueña: Toni vecina. Llamo. Explico que me he encontrado el bolso. La mujer no está y vive no lejos de la escuela. Pero es tarde, así que se me ocurre decirle que voy a dejar el bolso en una comisaría cercana. Ah, fenomenal, me indica la vecina, su marido es policía, seguro que la conoce. Así que, allá que vamos la familia Larrey a dejar el bolso en el centro policial. Mis hijos lo ven todo con naturalidad, un pequeño alto en el camino para hacer un favor antes del baño y la cena. En la comisaría nos miran con una amplia sonrisa, es como si estuvieran viendo al mismísimo Papa Noel. Después les explico a mis hijos que lo que hemos hecho es algo bueno, le hemos evitado a una persona el engorro de tener que volver a hacer todos sus documentos, anular las tarjetas y si los policías son horandos (no veo por qué no) no habrá perdido ni el dinero que tuviera. Y a nosotros, en el fondo, nos ha costado bien poco, menos de un cuarto de hora de nuestro final de día. Ellos, repito, lo vieron todo con suma normalidad, y precisamente de eso se trataba. Ya, lo sé, hay una ley no escrita que nos permite, en estos casos, quizá quedarnos con el dinero como impuesto revolucionario, porque el dinero no tiene dueño si está en la calle, y la mujer lo hubiera dado por bien invertido. Pero no, yo no soy así, y delante de mis hijos muchísimo menos. Lo que tuviera esa buena mujer en el monedero es el precio que me cuesta a mí enseñarle a mis hijos, de la mejor forma posible, con el ejemplo, lo más importante en esta vida: a ser buena persona. Cometí el error, eso sí, de no dejar un teléfono en comisaría, estoy seguro de que la señora hubiera estado encantado de llamar para dar las gracias. Aunque visto así, un poco de misterio me parece una hermosa guinda para esta sencilla historia.
13 de enero de 2012
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1 comentario:
SI señor Larrey!!! una sencilla historia que debería ser habitual entre nosotros y no extraña..
Como dice también mi padre lo importante en este mundo es ser buena persona
Besos!
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