Los papás somos unos cansinos en general, y con la entorno educativo de nuestros hijos en particular. Mi hijo el mayor ha hecho su actuación navideña, disfrazados ellos de Hércules y ellas de una especie de princesas griegas. Banda sonora de la película, en inglés, y coreografía divertida, con cuatro o cinco movimientos simpáticos de los niños. Un final gracioso con todos junto al libro del que se supone mana la historia contada. Bien. Cámaras, aplausos y vítores después nos encontramos con los padres de un compañero. Pregunta tan obligada como un formulismo que no busca nada más que la empatía entre padres de artistas ¿Qué tal? Uf, un poco sosos ¿no? Esa fue la respuesta. Me dieron ganas de decirle, pues nada, majete, el año que viene te disfrazas tu de romano y sales ahí a darlo todo. O no, mejor, se me ocurre, pillas a 25 niños de entre siete y ocho años, los motivas, los ilusionas, haces que pasen la vergüenza de disfrazarse delante de todo el colegio, padres y abuelos, que se aprendan una canción en inglés y unos movimientos medianamente coordinados y después que todo salga bien el día del estreno. Ah, y a todo esto sin perder ritmo académico, que si no los padres se te suben a las barbas. Hala, ya puedes ir empezando. Lo dicho, somos un tostón.
23 de diciembre de 2011
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