La mataré. Me lo pide una voz interior que lleva conmigo desde mucho antes de mis tiempos universitarios. Es una voz que muchas veces está ahí, dormida, latente, silenciada, pero que cuando se alza puede con todo. Me domina. No me deja dormir. La mataré. Y no es que haya hecho nada malo. Todo lo contrario. En principio era totalmente irrelevante para mí, un florero, alguien que estaba ahí para decorar, para hacer bulto, un relleno más. En cambio, poco a poco, por su simpatía, por su forma de ser, por todo lo que sabe, se ha ido haciendo un hueco, ganando importancia, peso, y aunque sea cruel, ahí reside la clave de que ahora tenga que matarla. Y no me temblará el pulso. Cuando decida actuar, lo haré con la certeza de un profesional. Ahora tal vez me asalten las dudas, siempre me asaltan cuando tengo que matar a alguien por quien tengo cierta simpatía. Pero después ejecuto con la velocidad de un guepardo y la precisión de un neurocirujano. Soy algo masoquista en esto, creo que en el fondo disfruto. Lo siento Samanta has de morir. Se quien lo va a sentir más que nadie, más que yo incluso. Pienso en Marco, que aunque no lo sepa, ya está enamorado de tí, y por un momento trato de esquivarla, de engañar a mi voz interior. Pero no puedo, es terca, subyugadora, impasible. Todavía no sé como voy a hacerlo, pero sé que tengo que hacerlo, la voz que domina mi novela me lo pide a gritos insoportables. No sé como decirlo, o si queda alguna esperanza, porque la voz de mis novelas no suele cambiar el rumbo con tanta facilidad. Sólo se me ocurre decir que lo siento Samanta, siento que el torrente creativo termine con tu personaje, no es nada personal...
NOTA DEL AUTOR: la fotografía de este artículo corresponde no a una persona en concreto, sino a la anónima imagen utilizada para la creación del personaje de Samanta para "Historia de Nene".
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