29 de diciembre de 2011

BOTELLÓN Y EDUCACIÓN

   Cuando la palabra botellón sólo significaba botella de gran tamaño, nosotros, en nuestra precariedad económica adolescente, descubrimos una tienda abierta 24 horas (Seven Eleven) en el barrio. Y estandarizamos en nuestras jornadas de fiesta lo que era el pack seven: Una botella de DYC, una de coca-cola de dos litros, un paquete de hielo y otro de vasos (sí, así de elegantes éramos). Y aunque no éramos buenos en matemáticas, calcular la diferencia de un cubata así y otro en un garito del barrio era fácil. Después nos sentábamos en unas escaleras y dábamos rienda suelta a nuestro arte. Si pudiera, pediría perdón a aquellos vecinos de paciencia infinita. Porque más que cantar dábamos el cante, con nuestra guitarra, que debía odiarnos con toda la fuerza de sus arpegios, ya fuera por Camarón o por el mismísimo Alejandro Sanz. Después, como amantes insensibles, dejábamos el lugar que si te he visto no me acuerdo. No había cristales rotos, ni bolsas, ni vasos, ni basura. Nos íbamos, borrachos, sí, cantando, sí, pero con la conciencia limpia. Ahora, en el carril bici, se ha instalado la costumbre de reutilizar nocturnamente las áreas de descanso. Y está bien, porque suelen estar alejadas de las casas y los jóvenes en su jolgorio, interrumpen menos el descanso del resto. Pero también es verdad que, o estos jóvenes no son lo educados que debieran o es que nosotros éramos los raros. Todos los domingos me encuentro los restos de la fiesta cuando al alba del día doy las primeras pedaladas. Y no es eso lo que me indigna, sino los cristales rotos, que pueblan el carril. Me imagino a un niño de tres o cuatro año que acaba de llegar a un acuerdo con la verticalidad ciclista dando un traspiés por entre esos cristales y me asusto imaginando las consecuencias de dar al suelo contra un culo de botella rota. No. Un poco de cabeza.
   Si leyendo has llegado hasta aquí supongo que no serás de los que los sábados te dedicas a romper botellas, más bien, como yo, serás padre de quien ya lo haga o de quien corra el riesgo de terminar haciéndolo. Así que, como en otros tantos órdenes de la vida, ¿por qué no un poquito de educación? Es lo único que nos queda...

No hay comentarios: