Soy buena persona. No en el sentido superlativo o intergaláctico de la palabra, porque no lidero una ONG que salve del hambre a miles de niños en el Cuerno de África. No. Soy una buena persona de estar por casa. En los detalles. Y como El Trastero es mi estadio y juego en mi campo, diré que en los detalles está la verdad. Os voy a dar algunos ejemplos: soy capaz de dar diez vueltas a la manzana antes de dejar el coche en doble fila. El otro día, en la piscina, nadaba junto a otras tres personas mientras en la calle contigua había idem número de bañistas. Dos amigas llegan con intención de emular a Ian Thorpe. Viendo el reparto, una se queda en mi calle y la otra hace intención de separarse. Entonces llegué yo con mi braza garrafón y les dije: tranquilas, yo me cambio de calle y podéis nadar juntas. Su sonrisa fue más de sorpresa que de agradecimiento. En el metro un hombre de avanzada edad casi se ofende cuando le dejé el sitio, y es que las buenas acciones, algunas veces, por infrecuentes, generan el ancestral recelo del ¿y por qué lo habrá hecho?¿dónde está el truco? algo querrá...En la fiesta de la bici vi como un hombre caía con su hijo atrás, en la silla. Solté mi bici y crucé una calle repleta de ciclistas para socorrerlo y consolar el llanto del pequeño. No sé si ser buena persona es algo educacional (gracias a quien corresponde), genético, que viene de serie o las tres cosas al mismo tiempo, pero me gusta. Soy tan, tan buena persona que hasta pienso que en el mundo priman las buenas personas sobre las malas...
16 de noviembre de 2011
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