Durante mis años de estudiante universitario y hasta el nacimiento de mi primer hijo fui un auténtico cinéfilo activo. Y cuando uno va a una sala de cine entre setenta y cien veces al año le toma el gusto a este arte y termina, sí o sí, arriesgándose en las pequeñas salas (que ahora llamo de Cinexín) y con el cine de autor. Hay en estas salas una tradición que siempre me hizo mucha gracia y que yo tildaba sin remilgos como gestos de snobismo cultureta. Con la llegada del fin de la película y la irrupción de los títulos de crédito no se produce el acostumbrado retorno de la luminosidad y el trasiego de los ya ex espectadores, sino que permanece la sala en penumbra y nadie se mueve mientras la pantalla disecciona todos y cada uno de los componentes artísticos y técnicos de la obra. Me parecía que aquello era una impostura de quien se las quería dar de listo para comentar a su pareja, ¿ves? te lo dije, el supervisor del director de arte era Riky Eyres, el mismo de Alfie. Allí donde fueres, haz lo que vieres, así que yo también participaba divertido de la pantomima. Hasta que empecé a interesarme por tal o cual canción, o por un director de fotografía que me había seducido o por quien se había encargado de seleccionar tan certeramente a los artistas. Y un día me di cuenta de que no se trataba de snobismo, sino de una liturgia de respeto, respeto por el arte en su concepto global, por todos los que han hecho posible una obra que te ha tenido pegado a un incómodo sillón más de cien minutos. Sigo sin saber si Libbie Barr ha supervisado más scripts en películas asistidas por Stephen Lee, pero entiendo que quedándome sentado les muestro mi anónimo respeto a su anónimo trabajo. Ah, por cierto ¿sabéis de dónde viene la palabra snob? Es una historia curiosa...
9 de agosto de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Estar sentado cuando la película ya ha acabado sirve, como dices, para mostrar respeto a todos los que han participado en ella y es un gesto como espectador que no cuesta nada. Y que engancha.
Una pena que en las salas grandes eso no se estile. Se encienden las luces y la gente se queda delante tuyo de pie parado, estorbando y no entienden cuando les dices que por favor se sienten que no te dejan ver...
Lo grave de esto es que el otro día vi el mismo efecto en el teatro. Gente levantándose mientras los actores saludaban. ¡Un horror!
Revindiquemos la oscuridad es las salas hasta el fin de la película, es decir hasta que la pantalla quede oscura y el último nombre haya desaparecido.
Me gusta mucho tu blog!
¡ Gracias Elena !
Creo que en cuanto he llegado a la línea 18 o así de tu post he pensado rápidamente en la palabra RESPETO.
Veo, que te he leido bien desde el principio.
Práctica a recuperar. Apuntado.
Publicar un comentario