Si hay algo que no se merezca una fantasía es ser verdad. Pierde todo el encanto. Además es el primer paso para el desengaño. Una fantasía, en esencia, es algo irrealizable que durante unos instantes nos permite levantar el vuelo, sin riesgos y sin hacerle daño a nadie. Lo demás es una ilusión, un proyecto, un futuro, un algo...pero una fantasía hecha realidad es como un globo que explota, como una gaseosa agitada y recién abierta, que pierde todo su encanto. Además, las fantasías ¿no son un poco como la energía que ni se crea ni se destruye, sino que se transforma? Fantasear es legítimo, humano y sano. Al final una fantasía es como la masturbación, personal e intransferible, indiscutible e incuestionable. Los habrá que fantaseen con mujeres, con hombres, con dinero, con riqueza, con poder, y durante unos segundos su orgullo segregará la saliva de la victoria, para después endulzar el retorno a la realidad. Eso es una fantasía. El 3D de la rutina, la psp del disco duro emocional. No reniegues de ellas, por muy altas, impostoras o imposibles que te parezcan, porque pertenecen al mundo de lo privado, donde los límites sólo los pones tú. Disfrútalas.
30 de agosto de 2011
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