Hoy, otro cuento...y quien sabe si algo más:
LA ECUACIÓN:
-¿Te masturbas pensando él?- La
pregunta la descolocó tanto que soltó una bocanada de humo preventiva en modo
de tos. Entonces se dio cuenta de que llevaba demasiado tiempo, otra vez,
hablando de su fisioterapeuta, el joven rubio y alto con el que se citaba dos
horas a la semana.
-Pero Isma ¿cómo me preguntas eso? –
El gesto de su novio era más de curiosidad analítica que de otra cosa, pero
ella estaba tan desconcertada que no supo leer las líneas de su rostro- Sabes
perfectamente que yo no me masturbo…
Era una mentira a medias, o una
media verdad, igual de piadosa. Ismael lo sabía. Y si él sabía, a ciencia cierta, que su novia se
masturbaba, era evidente que la mentira se escondía en la otra mitad de la
ecuación. Nunca había sido bueno en matemáticas, pero volvió a sentir esa
minúscula euforia infantil, la de, por fin, haber resuelto la ecuación. No recordaba, eso sí, que fuera tan triste.
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