EMPATÍA:
Mis hijos llevan jugando al baloncesto desde los cinco años. Esto hace que el mayor vaya camino de las 15 temporadas. Son cientos de partidos. Las han visto de todos los colores, buenos y malos. El domingo disputaba el partido de su categoría: sub22. En una jugada desafortunada, trató de robar un balón y acabó perdiendo el equilibrio, con tan mala suerte que lo hizo sobre el tobillo del jugador del equipo contrario. Había más frustración que dolor y yo, que de igual modo llevo años viéndolas de todos los colores, entendí a la primera, y mi hijo también, que para el chaval, que tuvo que retirarse, cojeando y acompañado por mi hijo, era algo más que un lance desafortunado del partido. Mi hijo estaba jugando bastante bien. Pues hubo un antes y un después del incidente. Se descentró, ya no estuvo tan activo, ni tan certero. En el descanso se acercó a interesarse por el chaval, que seguía frustrado, igual que al terminar el partido. Éste, que también las habrá visto de todos los colores, lo tranquilizó, que había sido mala suerte, cosas que pasan en el deporte. Yo sé que no es excluyente ser buen profesional y buena persona, pero puestos a elegir, me quedo con la segunda. Revisando desde el punto de vista egoísta, de eso sí que podemos sentirnos orgullosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario