6 de febrero de 2024

 EDUCACIÓN: 

Ayer hubo un chaval que tuvo bastante suerte. Suerte de encontrarse con un tipo como Ocampos, jugador del Sevilla, en lugar de con otro, jugador o ciudadano medio. Ole por el jugador del Sevilla, pero lo normal es que a cualquier otro, en estas circunstancias, si un desconocido le intenta meter el dedo por el culo es posible que el dueño del dedo termine siendo el niño peonza. Y tiene razón el jugador diciendo que si hubiera sido una jugadora es posible que al chaval, que dicen tienen quince años, hubieran tenido que ir a buscarlo sus padres al cuartelillo. Y esto no es una crítica, ni mucho menos, más bien al contrario, es un síntoma de que avanzamos, al menos en una parte del mundo del deporte, que un espectador le toque el culo a un deportista tiene consecuencias. Ahora nos falta, entre otras cosas, la otra mitad. No hay que meter al chaval en la cárcel, ni mucho menos, ni apedrearlo en plaza pública, porque todo el mundo, y más a esa edad, tiene derecho a equivocarse. Y como está en formación, tenemos una oportunidad de mejora. Si fuera un señor de cincuenta años, no sería tan benévolo en mi análisis. Supongo que este joven tendrá unos padres que deberían responder estando a la altura y así, con suerte, entenderá que el espacio físico de las personas, y aquí da igual el género, solo debe ser invadido si hay un mensaje claro, no necesariamente verbal, de estar invitado a ello. Cualquier otra alternativa es una agresión. De todos modos el joven se sentía impelido por la protección de la grada, por que dudo de que en una habitación a solas con el jugador del Sevilla, mano a mano, su dedo hubiera sido tan díscolo. 



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