29 de enero de 2013

COMO EL AGUA

Mi hijo mayor anda canturreando todo el día una versión crítica del gangnam style. Se la ha enseñado algún amigo de clase. De tanto repetirla el pequeño también se la ha aprendido y claro, su madre terminó preguntándole si sabía quien era Rajoy. Dijo que no. Mi pareja le explicó, tratando de ser aséptica, con todos los esfuerzos del mundo en pos de una imparcialidad que no se merecen, que era el presidente de nuestro gobierno. El jefe. Como tu entrenador de baloncesto o tu profesora en clase, pero de todos. Entonces el mayor, ejerciendo de tal, tomó las riendas y dijo que no estábamos muy contentos con lo que estaba haciendo con la sanidad. Su madre, claro, siempre sin olvidar la premisa de imparcialidad que nos hemos autoimpuesto, pero sin la más mínima intención de mentir, le explicó al pequeño que este gobierno pretende hacernos pagar dos veces por la sanidad, que primero nos la cobra en los impuestos y ahora nos la quiere cobrar cada vez que vayamos al médico, por resumir. El pequeño se tomó unos segundos para reflexionar su respuesta y sentenció: entonces, mamá, tendremos que esforzarnos por no ponernos malos.
Ójala y los políticos que nos gobiernan tuvieran la mitad de sentido común que tienen mis hijos. Y los tuyos. Y los de tu vecino. Otro gallo nos cantaría si gobernaran con la lógica con la que ellos se enfrentan a la vida. Ya lo dice el refranero español, y no sé si los borrachos lo harán, pero los niños siempre dicen la verdad.

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