Tengo la impresión de que para ser un verdadero forofo, de esos que besan el escudo de "su" club, hay que sufrir una transformación fisiológica importante. Eso explicaría, por ejemplo, el alto precio de las camisetas. Llevan un complejo mecanismo secreto que actúa sobre tu cuerpo con una eficacia sin parangón. Se trata de un mecanismo capaz de inmiscuirse en tu cerebro reduciendo su capacidad hasta límites preocupantes. Normalmente este mecanismo trabaja inhabilitando ciertas secciones del cerebro que tienen que ver, sobre todo, con la capacidad de discernir, con la capacidad de empatizar y con el control de la ira. Es un mecanismo altamente peligroso que en combinación con el alcohol, por ejemplo, puede ser letal.
Hay rumores en el mundillo del fútbol que este mecanismo recibe el nombre de "special one". Otro lo llaman "la butifarra maldita". Pero lo dicho, son sólo rumores. En Argentina, por ejemplo, esta enfermedad alcanza grados de pandemia.
Yo he visto medios cerebros de todos los colores. Incluso, sin ir más lejos, me he visto a mí mismo, con diez o doce años, buscando un empedrado al que echarle la culpa de los males de mi equipo, uno de los síntomas más claros de la enfermedad forofera. Nunca tuve dinero para camisetas y de adulto las he odiado como a casi todas las banderas. Quizá por eso mi bulbo raquídeo está a salvo del mediocerebrismo forofo. Esta enfermedad alimentada por el merchandaisin masivo, se sufre en fase latente durante la infancia y adolescencia. Del paso a la madurez dependen que nos desprendamos de ella o que dejemos al mecanismo forofil tomar posesión de nuestras neuronas. Hay indicadores muy claros, como son la compra de prensa deportiva, en su fase latente, y creérsela, cuando la enfermedad entra en fase terminal.
Conozco a muchos que fracasaron en el proceso. Eso sí, no se lo comentéis, el mecanismo tiene herramientas de defensa muy, pero que muy eficaces, que trabajan anulando por completo la capacidad autocrítica. La buena noticia es que el tratamiento no es caro, basta con un poco de autocrítica y mucha empatía. Pero si la enfermedad está muy avanzada, el tratamiento suele ser inútil e incluso contraproducente. Si sospecha que su hijo sufre esta enfermedad, no se asuste y acuda a un especialista, podrá encontrar uno en cualquier biblioteca.
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