LOS LIBROS:
Hoy, que es el día del libro (como deberían serlo todos...) he recordado que mis hijos no me toman en serio cuando digo que hay libros que te pueden cambiar la vida. Piensan que es una frase de abuelo cebolleta a favor de guion de un eterno aprendiz de escritor. Puede, les dejo ese resquicio a enmienda, que si no hubiera querido ser escritor desde el mismo día que asumí que no sería futbolista, esta aseveración se quedara en el tintero. Puede. Pero no fue así.
Los libros que me cambiaron la vida no fueron necesariamente los mejores. Yo lo incluyo en el síndrome Beatles o Raúl González Blanco. Los primeros no eran los mejores músicos, ni los mejores letristas, pero estuvieron donde tenían que estar para hacer lo que tenían que hacer y cambiar la historia de la música. Lo mismo que hacía el bueno de Raúl con la pelota, sin ser el mejor en nada, era el mejor en todo por saber donde había que estar en cada momento. Pues yo tuve varias catarsis literarias, libros que me llegaron cuando tuvieron que llegar y que lo trastocaron todo. No me extiendo. La primera La insoportable levedad del ser, de Kundera. Al terminarla me dije, vale, yo quiero hacer esto. La otra fue 100 años de soledad, en combinación casi instantánea, con La casa de los espíritus. Me dije: ah, también esto. Y la tercera, y la más relevante, llegó con La vieja sirena de Sampedro. Con José Luis me dije, vale, esto jamás lo haré, y aun así ¡vamos a intentarlo!
Queridos herederos, no es esnobismo, es un padre simplón, impresionable y con buena memoria.
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