19 de octubre de 2011

FANTASMA

He llevado el pelo más o menos largo (el menos lo pone el imperativo laboral) hasta el verano. Las peluqueras rurales tienen un concepto muy vago de lo que es sanear, y sobre todo, de lo que es en líneas generales cortas las puntas. Así que salí de la peluquería con la misma cara que cuando me pasó la radial aquel sargento de la Marina. Después mi pareja me dijo que estaba muy guapo y se pasaron todos los males. El caso es que estas semanas en Madrid no he tenido que usar mis queridos tapones para dormir, hasta ayer. Y es que tenemos vecina nueva en la “urba”, tiene apenas unos días de vida y mi dormir es demasiado sensible al llanto infantil. Cuando fui a cumplir con el ritual de tomar los tapones a oscuras y ponérmelos en los oídos, repetí un gesto inconsciente: me retiré primero el pelo. Pero un pelo inexistente. Y me dio un respingo el corazón. Me di cuenta de que había sentido, salvando las distancias, lo mismo que cuentan las personas que han sufrido una amputación, que siguen sintiendo el miembro amputado durante semanas. Yo llegué a sentir ayer que me apartaba un pelo que no existía, y ese paralelismo me generó unos segundos de angustia y empatía que quería dejar aquí, en este rinconcito tan terapéutico que es El Trastero...

2 comentarios:

DEIVI35 dijo...

Hay majo, la falta de costubre hace que yo ya no me acuerde ni siquiera de lo que es el flequillo, y mucho menos el pelo sobre mis orejitas.... como diria el gran filosofo David Arroyo.: Mundo, Mundo....

Elena dijo...

Te entiendo perfectamente...pelo, gafas.... tu amigo, operado de miopía, le costó quitarse la costumbre de abrir los ojos y no echar mano a la mesilla....tras unos segundos de incosciencia, volvía la serenidad y la satisfacción...bss