Ella era una afamada arquitecta. Él un reputado ginecólogo. Ambos profesionales liberales, cultos, sensibles con su realidad y la colectiva, modernos en sus planteamientos, tuvieron una hijo. Trataron de educarlo en la igualdad, en la diferencia y en la paz. Era aquella casi una obsesión antibélica, que les obligaba a revisar cuanto juguete pasaba por sus manos. Así, fan como eran de los playmobil, su hijo tenía la colección casi completa, hidroavión, ambulancia, granja, clínica veterinaria, la casa de muñecas, el hotel, el zoo, la casa de la sabana, la pirámide egipcia, los vehículos de construcción, la gasolinera y hasta la estación de bomberos. No le faltaba ninguno, salvo aquellos como el barco pirata, que tuvieran armas o alguna connotación violenta. Y los padres descansaban tranquilos mientras lo veían o escuchaban jugar. De poco les sirvió, una noche, y por sorpresa, el cuerpo de bomberos entró al ataque en la granja, destrozando todo a su paso. Los veterinarios hubieron de pedir ayuda a los animales del zoo, que contaron con la colaboración de los guardas y los habitantes de la casa de la sabana. Así los egipcios se vieron en la obligación de posicionarse, y lo hicieron junto al camión de bomberos y las ambulancias. El hidroavión y el helicóptero de policía también tomaron parte con el equipo de vehículos con sirenas, hasta que una noche se desató la más cruel de todas las batallas. Hubo decenas de víctimas en una sangrienta lucha en la que cayeron casi todos, incluyendo la ingenuidad de unos padres bienintencionados.
5 de septiembre de 2011
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1 comentario:
Relax pareja de buenos padres, relax....ja,ja,...la vida, que se dice. bss a R,H y sus benefactores
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