PRIMOS

He visto Primos, que no es Cuatro amigos de Trueba versión cine, aunque lo parezca. Para verla me puse mi mejor traje Azul oscuro casi negro porque Daniel Sánchez Arévalo me había llegado en su primera película como no me había llegado nadie en su estreno desde La ardilla roja de Medem o La familia de Aranoa. Y aunque no me puso tan Gordo como le hubiera gustado, tenía sana curiosidad mezclada con insana envidia, por su tercer envite cinematográfico. Y no fui al cine, señora Sinde, sintiéndolo mucho no fui al cine. Tenemos muy limitado, por imperativo infantil, el acceso a las salas durante el año, así que hay un intenso debate en cada una de ellas: París y Allen ganaron la primera votación, y el Cuento chino de Darín la segunda. Así que allí me encontraba, con mi humildad de creativo garrafón, intentando dilucidar un dilema que es poco más que la cuadratura del círculo: me la bajo, no me la bajo, routter en mano. Si me la bajo estaré faltando al respeto a todas aquellas personas que han trabajado en el proyecto y que de mi visualización no sacarán un euro. Pero si no me la bajo, el trabajo de todos ellos quedará en el ostracismo en mi universo particular porque al cine no podré ir a verla. Así que, ahí va mi pregunta, amigo Daniel ¿tú que prefieres?¿que vea tu película compartiéndola con alguien que ya la ha visto o que, simplemente, no la vea jamás? Por desgracia no vas a responderme, así que tomé la decisión yo solito. Y sí, me gustó tu tercera película. Me hizo pasar un rato muy agradable de risa y ternura abrazado a mi pareja y disfrutando de la paz de nuestro sofá mientras nuestros hijos descansaban, por fin, en sus camitas. Así que, Sinde de por medio o no, dicte lo que dicte la SGAE, gracias.