La masificación tecnológica de los móviles ha cambiado por completo la fisionomía de los eventos. Y se me ocurren dos ejemplos muy gráficos: los conciertos y las reuniones de empresa. Muchas personas ya no van a los conciertos a verlos, sino a grabarlos, es decir, desde el primer momento lo ven tamizado por la pantalla de su móvil, no sé si tanto para tener el recuerdo como para subir a su facebook alguna perla al estilo yo estuve allí. Así antes podías tener la mala suerte de encontrarte con un bigardo cabezón que te obligaba o a cambiarte de sitio o a pasarte el concierto dando saltitos para verle la melena al cantante. Ahora te toca esquivar la marea negra de manos sobre ifones y demás, y así no hay manera...¡ de grabar un concierto ! Me acuerdo los tiempos en los que las cámaras de fotos estaban prohibidas. Ocurre más todavía en las actuaciones de los niños. Antes éramos una decena de padres con sus cámaras que nos poníamos a los pies del escenario, o en los laterales e inmortalizábamos el momento. El resto babeaba y aplaudía. Cuando nosotros seamos abuelos nadie va a aplaudir, porque el que más y el que menos tendrá un aparatito en la mano para grabar el momento. Y en las reuniones os propongo un juego que sirve de ejemplo de nuestra movildependencia. Casi todo el mundo, y reitero el casi a mala leche, ponemos en silencio el móvil durante una reunión o conferencia, con la función vibración, claro, pues eso de estar desconectados al 100% nos produce vértigo (¿y si llama el de las cortinas o el del taller, o del colegio, o...) Entonces, en un momento de esos de silencio, activar vuestro vibrador. Veréis como al tercer zumbido el 100% de las manos buscan su móvil, sobre la mesa, en el bolso, en el bolsillo de la cazadora, miran la pantalla y habrá un pequeño gesto de fastidio: vaya, no es el mío. Todo el mundo cae. Perdonad que os deje, pero es que tengo una llamada...
8 de septiembre de 2011
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