Iba a empezar este artículo diciendo que ayer me hicieron un arreglo en los bajos, pero claro, iba a parecer que El Trastero retornaba a su sección erótica. Y no es el caso. De talleres anda la cosa. Estaba yo en mi bucle de números, en mi túnel de cifras, cuando un compañero se acercó a mí diciendo "seguro que no es nada, pero..." Hay algunas frases que, las digas como las digas, van a tener un efecto diametralmente opuesto al que pretenden. Ésta y "no te asustes pero..." no hacen sino asustarnos. Y en mi caso cuando este tipo de frases incluyen el sustantivo "coche", mi tarjeta y yo nos echamos a temblar. Es que, me dice mi compañero, he visto que se te ha descolgado algo del bajo del coche. No me preocupo, llevo años con los bajos algo tocados, pero claro, tampoco es tan evidente. Así que me bajo al parking y lo veo. Vaya, se me ha descolgado un protector. Acudo a mi asesor técnico, el jefe de mantenimiento de la empresa, que se tira al suelo y me dice, no nos complicamos Larry, vamos al taller de aquí que nos hacen el favor. Y dicho y hecho. No es la primera vez que ocurre. El chaval bromea con nosotros, nos hace un hueco, levanta el coche, se tira al suelo y después de advertirme de que alguna vez tendré que dar un parte y arreglarlo todo, me aprieta dos tuercas para que pueda ir tirando. Fueron diez minutos, quince a lo sumo. ¿Qué te debo? pregunto. Nada, me dice, antes de utilizar una de mis frases favoritas del castellano: otro día me invitas a unas cervezas y listo. Pero mi abuela me enseñó que es de bien nacidos ser agradecidos, y la memoria es frágil, así que no dejes para mañana lo que puedas agradecer hoy. Saqué diez euros del bolsillo y se los di, las cervezas os las tomáis todos a mi salud hoy.
Esto es muy típico en los pueblos, incluso sin dinero de por medio, yo te labro este trocito de huerto y tu me ayudas a enjalbegar la tapia; tú me das patatas que yo te arreglo el carburador. Ese compadreo en Madrid es más laxo y no quise perder la oportunidad de darle las gracias. En menos de media hora y sin trastornos laborales ni infantiles me había solucionado un quebradero de cabeza. Pero después, dándole vueltas, viendo lo que nos cobran los talleres, me quedé con mal sabor de boca, pensando que tal vez debería haberle dado más, que tal vez el muchacho se quedó con el billete en el bolsillo pensando mira el pijo este, la próxima vez le arregla los bajos su puta madre ¿Qué os parece?¿debí haberle dado más?
Esto es muy típico en los pueblos, incluso sin dinero de por medio, yo te labro este trocito de huerto y tu me ayudas a enjalbegar la tapia; tú me das patatas que yo te arreglo el carburador. Ese compadreo en Madrid es más laxo y no quise perder la oportunidad de darle las gracias. En menos de media hora y sin trastornos laborales ni infantiles me había solucionado un quebradero de cabeza. Pero después, dándole vueltas, viendo lo que nos cobran los talleres, me quedé con mal sabor de boca, pensando que tal vez debería haberle dado más, que tal vez el muchacho se quedó con el billete en el bolsillo pensando mira el pijo este, la próxima vez le arregla los bajos su puta madre ¿Qué os parece?¿debí haberle dado más?
1 comentario:
Cuando has dicho lo de los 10 euros lo he pensado :D :D
...pero si no te ha querido cobrar nada se sentirá agradecido por tu gesto. Seguro.
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