EL SÉPTIMO ÁNGEL
"Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de
tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los
hombres han estado sobre la tierra".
Apocalipsis 16:18
UNA entelequia de doradas crines,
sobre un arroyo claro serpenteante,
galopa como un beso en la piel fría
de un batracio o acaso un cetro espurio.
El viento hace jirones con sus garras
de tigre hambriento y acosado el lienzo
virgen que, al sol tendido, allana un ángel
o un súcubo o vampiro o lava cáustica
o hiel o escolopendra. En el ocaso,
fuego y azufre caen sobre las mieses
como una maldición u hostil pezuña
de un carro de combate desbocado.
SOBRE la tierra calcinada, vigilante,
un aleteo de víboras alerta
a escuadrones de moscas que proyectan
metralla y excrementos contra el nido
donde descansan el muñón y el párpado
de una Venus castrada o Eva o ave
del paraíso transmudada en lóbrega
guarida de la Bestia y sus juglares.
SE me pudrió en los labios la manzana,
y las larvas nacidas de su seno
me han colmado hasta el hueso, sustituyen
mi aliento, prostituyen toda génesis
condenando a Lilith a una ordalía
de mitras y de golpes en el pecho
que, hipócritas, perpetran los esbirros
de un ídolo de barro. En la mazmorra,
entre vísceras, heces y coágulos,
carece de sentido alguno el salmo,
adolece de estrépito y silencio;
en su orfandad ruinosa, en la inocencia
de su túmulo o tálamo telúrico,
es la profanación del verbo, hereje
destrucción de la carne entre los ásperos
trapiches de execrables alimañas.
LA irrealidad se expande desde el lecho
de un aquelarre mártir que en cenizas
vomita caos caudal en tanto arrecia
una inquisitorial tormenta eléctrica:
!Truenos espeluznantes devastando
el aire que da abrigo a las luciérnagas
y castrando la alquimia que, fecunda,
mudaba en arco iris una lágrima!
¡Rayos quebrando el cielo, corroyendo
de viruela la máscara sin mácula
que templa los sarcófagos sedientos
donde yace el rocío sin crepúsculo!
NO hay pretexto que frene la insolencia
de tanta confusión, que abra una grieta
o arañe o muerda el muro sin confines,
mortaja y laberinto y todo y nada.
Féretro, deudo, réquiem y cadáver,
asisto a las exequias de la aurora
en una catacumba que es introito
de un cosmos sin prodigios, nunca hollado.
"Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de
tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los
hombres han estado sobre la tierra".
Apocalipsis 16:18
UNA entelequia de doradas crines,
sobre un arroyo claro serpenteante,
galopa como un beso en la piel fría
de un batracio o acaso un cetro espurio.
El viento hace jirones con sus garras
de tigre hambriento y acosado el lienzo
virgen que, al sol tendido, allana un ángel
o un súcubo o vampiro o lava cáustica
o hiel o escolopendra. En el ocaso,
fuego y azufre caen sobre las mieses
como una maldición u hostil pezuña
de un carro de combate desbocado.
SOBRE la tierra calcinada, vigilante,
un aleteo de víboras alerta
a escuadrones de moscas que proyectan
metralla y excrementos contra el nido
donde descansan el muñón y el párpado
de una Venus castrada o Eva o ave
del paraíso transmudada en lóbrega
guarida de la Bestia y sus juglares.
SE me pudrió en los labios la manzana,
y las larvas nacidas de su seno
me han colmado hasta el hueso, sustituyen
mi aliento, prostituyen toda génesis
condenando a Lilith a una ordalía
de mitras y de golpes en el pecho
que, hipócritas, perpetran los esbirros
de un ídolo de barro. En la mazmorra,
entre vísceras, heces y coágulos,
carece de sentido alguno el salmo,
adolece de estrépito y silencio;
en su orfandad ruinosa, en la inocencia
de su túmulo o tálamo telúrico,
es la profanación del verbo, hereje
destrucción de la carne entre los ásperos
trapiches de execrables alimañas.
LA irrealidad se expande desde el lecho
de un aquelarre mártir que en cenizas
vomita caos caudal en tanto arrecia
una inquisitorial tormenta eléctrica:
!Truenos espeluznantes devastando
el aire que da abrigo a las luciérnagas
y castrando la alquimia que, fecunda,
mudaba en arco iris una lágrima!
¡Rayos quebrando el cielo, corroyendo
de viruela la máscara sin mácula
que templa los sarcófagos sedientos
donde yace el rocío sin crepúsculo!
NO hay pretexto que frene la insolencia
de tanta confusión, que abra una grieta
o arañe o muerda el muro sin confines,
mortaja y laberinto y todo y nada.
Féretro, deudo, réquiem y cadáver,
asisto a las exequias de la aurora
en una catacumba que es introito
de un cosmos sin prodigios, nunca hollado.
1 comentario:
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