La derrota humillante del Barça de ayer nos ha venido muy bien muchos. Y no lo digo como merengón, no van por ahí los tiros. Aunque tiros, lo que se dice tiros, ayer el Barça ni uno. Pero repito, no es de fútbol de lo que va esto. A los que utilizamos el deporte como un espejo que nos ayuda a educar a nuestros hijos, por práxis o por imitación, tuvimos ayer una lección impagable...y lo siento por quien la sufra en sus carnes culés, pero es así. Si el mejor del mundo, el que siempre tiene un destello por muy mal que esté, que es capaz de ganar los partidos él solo, puede pasearse durante noventa minutos por un terreno de juego como si no supiera de qué va eso de la pelotita y la portería ¿cómo no vas a tener tú, hijo mío, un mal día? No hay nadie perfecto ni infalible. Y además, por muy bueno que seas, siempre puede haber alguien que lo haga mejor. Lo importante es levantar la vista, mirar al frente y si has corrido (estudiado, trabajado, intentado...) buscar una sonrisa, tender la mano y ya nos veremos en la próxima ocasión. Perder es duro, muy duro, sobre todo cuando estás acostumbrado a ganar, cuando en cierto modo llegas a creerte el mejor y que, pase lo que pase, terminarás ganando. Pero nada es para siempre, es la única norma inmutable que me ha enseñado la vida. Y en el deporte mucho más. El deportista al que más he admirado en mi vida ha sido a M.Jordan. He trasladado a mis hijos esa admiración como un valor más. Así que hemos visto decenas de videos de sus diabluras en el aire con el balón. Una vez vimos como un jugador, no recuerdo cual, le hizo un tremendo tapón. Mi hijo mayor me miró con ojos enormes, como preguntándose si eso era posible. Si, hijo, hasta a M.Jordan...¿hay mejor lección que esa?
24 de abril de 2013
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