No me negarás que cuando vas a ser padre visualizas esos momentos estelares. Esas primeras carreras con tu peque, ese empujoncito en la bici y primeros pedaleos titubeantes en solitario, esas mañanas de domingo leyendo el periódico a la sombra de un árbol en el parque, ese primer cine, esa primera tarde de baloncesto, ese partido de fútbol en el campo de tu equipo, ese salto de cabeza a la piscina, ese primer dibujo de la familia, ese primer papi, papi...en fin, esos detalles que son como la gasolina que alimenta el motor más potente del mundo: lo que sientes por tus hijos. En mi caso hay además anécdotas con las que contaba, pequeños detallitos que estaban en la ruta. Uno de ellos es el momento en el que les pongo una de esas películas que han marcado mi vida. Ya han caído Hossiers, más que ídolos, E.T. o Cuenta Conmigo. Y aunque sigue siendo pronto para la película entera, porque resultaría incomprensible en su conjunto para ellos, ayer no pude resistir la tentación de ponerles una de las escenas que más me han emocionado en la vida. Seguro que la habéis visto un montón de veces y si digo "mi mamá dice que tonto es el que hace tonterías" no tendré que daros muchos detalles. Mis hijos tienen en su vocabulario una frase, un chascarrillo, que utlizan y no entienden. Y era el momento de dar luz. Lo reconozco, ayer volví a emocionarme. Y no sólo por ver a mis pequeños ojipláticos mientras el niño Forrest luchaba contra su marginalidad haciendo saltar por los aires el aparato que lo convertía en un ser extraño y marginal para el resto, sino por la escena en sí misma. Sí, ahora que soy padre todavía me emociona más ¡qué le vamos a hacer ! ayer volví a gritar Corre, Forrest, corre...
16 de abril de 2013
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