EL DICHOSO DOBLEZ

¿Qué edad tienes? Si has pasado la treintena ahí va una pregunta: ¿quién te enseñó a hacer una cama? Imagino que como a la mayoría tu madre. Por la edad, ya digo, debió enseñarte algo que las nuestras hicieron y que siempre me pareció discriminatorio y hoy en día una metáfora de la fauna y flora del mundo empresarial y la oficina media. Mi terapeuta dice que el curso que viene estaré preparado para hacer mal una cama. La miga está en la sábana de arriba. A mí me enseñaron que había que ponerla del revés para que cuando sobresaliera ese poquito que abraza a la manta, se viera bien. Es decir, sacrificamos el 85% de la sábana porque una parte, la visible, se lleve el premio ¿os suena? 8 de cada 10 centímetros de tela sabanil trabajan en la oscuridad, abrazan tu cuerpo con suavidad, te dan esa sensación de calidez tan agradable cuando uno tiene mucho sueño pero la luz la ve ¿la parte de arriba?, ¿la que enseña los bordados y demás mandangas estéticas? Yo, en un acto de rebeldía, decidí hacerla siempre igual: sin doblarla, de esa forma me evitaba tener que desobedecer las enseñanzas maternas. Mi madre pensó que aquello era un síntoma más de mi vagancia adolescente, pero había oculto un mensaje social, reivindicativo y obrero: no al doblez, no al doblez, cantaba mi conciencia cada vez que hacía una cama, luchando por la mayoría oculta tiranizada por la minoría visible ¿os suena? Esta lucha, pese a todo, tuvo una solución inesperada: los edredones nórdicos. Del norte plumado vino la justicia a la sábana española.